lunes, 22 de enero de 2007

Arrastrados por los media (de nuevo filosofeando)

Juan Ríos Vicente

Ultimamente, quizá por causas personales, quizá por causas académicas, miro con otros ojos cosas que antes me inspiraban cierta indiferencia. El caso es que, llegando ya al final de la carrera, uno va cerciorándose de que dentro de nada estaremos dentro de una rueda incesante de mentiras, ideologías y líneas editoriales muy lejos de lo que nos enseñan en la Universidad; y no siempre gusta. Pero las ideas salen cuando menos te lo esperas, y lo único que puedes hacer para remediarlo si quieres dejar constancia de ello es comer cantidades ingentes de pastillas para mejorar la memoria (con un resultado un tanto dudoso) o coger un lápiz y apuntar tu brillante idea en un papel. Yo no tengo buena memoria, y aunque suelo hacer lo segundo, no tenía papel, así que intentaré narrar los hechos lo más ajustados a la realidad.

Cualquiera que haya pisado la Gran Vía de Madrid se habrá dado cuenta de la prisa que tiene normalmente la gente; bien, nada de eso es comparable a la temporada de rebajas. El pasado fin de semana, fui arrollado –literalmente– por un conjunto de bolsas que arrastraban a una mujer. Sí, las bolsas las llevaban a ella y (quiero creer) por efecto de la inercia casi me veo en el suelo aplastado. Fue ese hecho anecdótico el que terminó de fraguar la idea que llevaba arrastrando desde hacía días atrás. No es que sea cosa nueva, pues ya sabemos la influencia que ejercen los medios sobre la conciencia y la conducta de las personas. Sin embargo, cada vez es más frecuente el uso intencionado de ciertas informaciones para “obligar” a la gente a realizar tal o cual acción. Cada día, casi todas las cabeceras presumen de formar parte de una vertiente constructora de una nueva realidad acorde con los acontecimientos que se desarrollan en la sociedad, pero viendo el resultado deberían agachar más la cabeza y resignarse a la idea de que algo en esta faena están haciendo rematadamente mal. ¿Me hubiera atropellado de esa manera aquella mujer si no estuviéramos metidos en una corriente de consumismo incitado por los medios?

Es más, iré más lejos con otros aspectos menos insignificantes: la vivienda y, como hablamos de periodismo, de los nuevos medios digitales. En primer lugar, también partiendo de una paradoja, el otro día se publicó en televisión la evolución del encarecimiento de la vivienda en nuestro país. Todo ello en un clima informativo de insistencia constante donde el descenso de los precios de los pisos se traduce en términos como aterrizaje, desaceleración. El año pasado se encontraba un 18% al alza, y como se puede ver en la gráfica, se representaba con una barra de una altura considerable. Hasta ahí bien, pero si la vivienda se encuentra en un 9,1% al alza, que es la mitad del año pasado, ¿por qué la gráfica sitúa el 9,1 casi a los pies del eje de coordenadas? Todo es insistencia en que está bajando, que es época dorada para comprar, pero el caso es que:


  1. Ni dicen que se trata del descenso del precio medio.
  2. Que el precio medio del metro cuadrado es de 1.990,5 euros (300.000 pts), en Sevilla, a 2.745 euros (unas 450.000 pts) y en Madrid y San Sebastián, 3,728 y 4.170 euros respectivamente
  3. Y que en ciudades como Galicia y Aragón, por ejemplo, la vivienda sigue un 12,5% al alza, y en Melilla, un 16,5%.

¿Aterrizaje forzoso o leve alivio? Los medios deberían echar la vista atrás y ver que llevamos nueve años de escalada intensiva y constante.

Pero cambiemos de tema, aunque sigamos con más intransigencias mediáticas: el fin de la prensa. Recientemente hemos tenido que trabajar con varios artículos periodísticos y alguna que otra charla sobre la prensa digital y la gran evolución que ha seguido estos últimos diez años, aunque su vida tenga todavía un camino corto.

El caso es que todos apuntan hacia un final inminente de la prensa tradicional; que trescientos años de altibajos tienen su fin en un plazo de no más de diez años. Si tenemos que fiarnos de esos datos como de las gráficas, la llevamos clara. No vamos a negar que el tirón de Internet en cuantos a medios de comunicación ha sido increíblemente grande y que, en apenas unos años, toda la información parece girar en torno a la red. Pero, cómo puede predecirse el final de la prensa en un período de tiempo tan corto si:

  1. Las teorías demuestran un crecimiento progresivo en alza de la prensa tradicional desde hace cinco años hasta la actualidad.
  2. Dichas teorías que lo afirman no han demostrado aún las limitaciones de la prensa digital.
  3. No se pueden predecir posibles consecuencias en un terreno globalizado donde las tecnologías crecen día a día a pasos agigantados.

¿No seremos de nuevo víctimas de esa corriente mediática que arrastra a las personas a realizar cosas sin pensar, a pensar cosas sin comprender y a comprender ideas que luego no son capaces de explicar? Nadie duda de que la prensa digital supera con creces el número de usuarios/lectores a los periódicos de toda la vida; pero no se olviden tampoco las características que han propiciado una vida tan longeva en el papel cuché. Por muchos medios electrónicos de información que aparezcan, la prensa tradicional sigue y seguirá teniendo razones para seguir viva, como complemento de los demás medios, como medio de mayor análisis, como reliquia elitista para el tratamiento de la información desde un punto de vista más especializado; pero viva.

Seamos sensatos y despiertos; que no todo lo que se dice es verdad, ni todo lo que se escucha es fiable. Porque, quizá por esta moda de categorizar la información, radicalizar la información hasta conducirla hacia un punto de vista único, tenemos a gente que confunde inmigración con aprovechamiento, rebajas con avalanchas de consumismo innecesario, hipotecas con gangas y un clima político que nos arrastra casi a la crispación con el fin (único fin, no lo olviden) de ganar votos. Por encima de lo que sea.

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